Fragmento de la transcripción:

Y obvio que se armó bardo con el tema de la religión en las escuelas. La Iglesia quería meter religión en las aulas, y los liberales querían educación laica. Esa discusión todavía sigue, increíble pero real. Los argentinos no cambiamos más.

Hoy por hoy, el sistema educativo tiene cuatro niveles: inicial (el jardín), primaria, secundaria y nivel superior. Los chicos arrancan jardín a los 3 años, pero solo es obligatorio el último año, la famosa «salita de 5». La primaria dura entre 6 y 7 años, depende de la provincia, y después la secundaria, que también puede durar 5 o 6 años. Cuando terminás, te dan el título de secundaria, y podés seguir estudiando con eso en la universidad.

Yo, por ejemplo, las hice todas. Arranqué a los 2 años en un jardín maternal, después entre los 3 y 5 fui a un jardín público de mi barrio, donde laburaba mi vieja. Pero después hice toda la primaria y la secundaria en escuelas privadas católicas de Quilmes, en el conurbano sur —que es como decir los suburbios de la ciudad de Buenos Aires, ¿viste?
Estas escuelas eran subvencionadas, o sea que el Estado les daba entre un 60% y un 70% del presupuesto. Por eso eran más accesibles que otras más chetas. Y no nos olvidemos de algo clave: el Estado argentino es católico, entonces apoya económicamente a la Iglesia. Las escuelas más top de mi ciudad eran las bilingües, sobre todo inglés o alemán, que no eran religiosas.

Mis viejos, en cambio, fueron a escuelas públicas cuando tenían mucho mejor nivel. Para ellos, como para muchos de su generación, la escuela pública fue una herramienta de ascenso social. Mi mamá es maestra (de primaria), también fue maestra jardinera y después estudió para ser bibliotecaria. Ese tipo de formación se da en institutos terciarios, que no llegan a ser universitarios, pero te preparan para ciertas carreras.

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